Apenas dibuja el portal de la casa
mortecina luz de un farol,
la bugambilia que nos acaricia
se aprieta a la pared
igual que nuestros cuerpos.
El silencio grita nuestras ansias:
tus manos aladas se pierden
en el cáliz abierto.
El rito suspendido nos llenó de puñales;
no era el momento de iluminar la estancia
y miré tu figura esfumarse en la noche
poblando de recuerdos
esa calle...
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