Te llamé con la voz de los labios
y a su grito, sólo el eco responde
repitiendo tu nombre.
Te llamé con la voz del pensamiento
y sus alas exhaustas del inútil volar
recogieron en ellas mi pesar.
Te llamé con la voz de mi sangre
y mis manos cansadas
de encontrar el vacío
se quedaron inertes, se murieron de frío.
Hoy me llama tu voz
y el abismo
que separa la ausencia del olvido
se opone entre los dos,
las voces se han perdido,
en una orilla tu grito se desgarra
igual que antaño se ahogó el mío.